martes, 27 de marzo de 2007

Los palíndromos y el arte de la seducción

Por Marcos Donnantuoni

Los palíndromos ejercen un poder de convicción sobre aquél que los lee o escucha, siempre que éste se dé cuenta, de que lo son, desde luego. Su perfección, su simetría, hacen que, digan lo que digan, uno siempre se quede pensando más de lo habitual en su significado y en posibles enseñanzas o moralejas para extraer de ellos.

Un ejemplo: “Trazó mal a Mozart”(1) nos sugiere que hubo seguramente algún pintor que, siéndole encargado un retrato de Mozart, lo confeccionó de mala manera. Y aunque esto sea probable, que un palíndromo lo consigne le da otro nivel de verdad en nuestra cabeza.

Otro ejemplo: leemos "sexo box es"(2) e inevitablemente se nos mete en la cabeza una identidad o al menos un isomorfismo entre ambos deportes. Y esto sin que nunca antes hayamos imaginado siquiera que podía haber una relación entre ellos.

Este fenómeno de confianza automática sin duda se explica por la admiración que siente el lector por el autor de un palíndromo bien logrado; la admiración es un ingrediente esencial de la confianza(3).

Se nos ofrece, entonces, un método (no ortodoxo) no solamente para conquistar mujeres (4) sino para seleccionarlas (5).

A modo de ejemplo, permítanme armar una situación. Imaginemos una reunión con gran cantidad de mujeres (6). Uno, que se cree muy ingenioso, trata de introducir un palíndromo especialmente seleccionado en función del tema de conversación. Por ejemplo, si en la reunión se habla de lógica matemática (7), uno puede decir, cuando se haga un silencio oportuno: “A cita metamatemática, cita metamatemática” (8). La probabilidad de que una mujer se dé cuenta de la palindromía de esta frase es directamente proporcional al interés que nos puede producir esta mujer (9). Esto nos permite focalizar nuestros posteriores esfuerzos en ella.

Luego de que nuestra dama reconozca la frase como palindrómica, podemos esperar que se sorprenda y exprese su admiración hacia nosotros, o que por lo menos se limite a señalar en público su descubrimiento, ya sea para compartir el placer con los demás o para presumir de su inteligencia (10); o bien, que pregunte sobre el autor de tan ingenioso ejemplar. En cualquier caso, podemos ya empezar a hablar con ella desde otro lugar: el de alguien sensible e inteligente que disfruta con los juegos de palabras. Ya se sabe que a las mujeres les gustan mucho los hombres inteligentes y sensibles. O al menos los hombres sensibles. Bueno, por lo menos los juegos de palabras. Bah, las palabras.

Ya roto el hielo en lo concerniente a nuestra compartida ainamanía (11) y espantados los posibles aibófobos (12) que haya en los alrededores, podemos descerrajar algunos palíndromos más, esperando que su poder nos ayude a convencer a la dama de que somos su hombre ideal. Una posibilidad es empezar con un inocente “A Román Eada enamora” (13), para pasar luego a un más incitante “Eva usaba rimel y le miraba suave” (14), que tiene un notable efecto suavizador. Y si hay sol, podemos desearle que “ese bello sol le bese” (15).

Si todo va bien, en poco tiempo y con relativamente poco esfuerzo tendremos la admiración de una mujer. ¿Qué hacer con eso? Bueno, depende, de nuestras intenciones. “Sé, amor broma es” (16) puede servir para aclarar que no queremos compromisos. En este caso, también podemos usar “Amor, brazo, gozar: broma” (17).

Si por el contrario hemos encontrado nuestra media naranja y queremos proponerle algo más serio, podemos hablarle de cómo “A mamá Roma le aviva el amor a papá, y a papá Roma le aviva el amor a mamá” (18), e invitarla quizá a Roma para aclarar la metáfora. Un movimiento más audaz sería declarar a los demás asistentes “Amada sea; yo hallé bella hoy a esa dama” (19).

Para lograr un poco más de intimidad, se puede sugerir “sonría rápido, yo di para irnos” (20) y enfilar hacia la puerta tomándola del brazo. Si la llevamos hacia su casa o la nuestra en algún vehículo, diremos por el camino: “La ruta nos aportó otro paso natural” (21) y trataremos de desviarnos un poco hacia algún lugar más tranquilo (22). Y si estamos a pie, haremos la aclaración del caso: “Nota épica: nací peatón” (23). Eso sí, nunca deberemos confesarle que “En casa, me da, además, acné” (24).

Ahora bien, todo método puede fallar; quizá la señorita que tanto nos ha hecho ejercitar la memoria o el ingenio no quiera otra cosa que una bonita charla capicúa, o quizá no sienta que somos tan ingeniosos después de todo. En ese caso, tendremos aún algunas herramientas con que captar su atención fugitiva.

Si amaga irse de la fiesta, horrorizada por nuestra obsesión por la simetría, podemos decirle “¿Se va? Lleve llaves” (25). Y si acaso manifiesta su preferencia por algún otro caballero, diremos desdeñosamente: “Si a ése deseáis...” (26).

Espero que estos humildes consejos sean de ayuda para esas almas capicúas que buscan en el amor un juego, y viceversa. Queda a cargo del lector aplicarlos y compartir sus experiencias.

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1 Autor: Víctor Carbajo
2 Autor: Willy de Winter
3 Hay quien dice que es al revés; yo me limito a repetir el dictamen canónico.
4 Por supuesto, esta nota está escrita desde el punto de vista masculino del asunto, dado el género del autor; pero los razonamientos se aplican también a la inversa (¿inversa? Bah, ustedes me entienden).
5 Esto me recuerda la multiplicidad de cubos inflables, octaedros y otros enseres que he confeccionado con esos fines, y con variados resultados. Pero dejaré el origami para otro momento.
6 Admito que es una suposición demasiado optimista.
7 Otra suposición demasiado optimista...
8 Autor: Luis Torrent
9 Esto es cuestión de gustos, por supuesto. Hay infinidad de criterios para elegir la mujer de la vida de uno.
10 Que, digamos ya mismo, se equipara por lo menos con la de un parser recursivo no determinístico.
11 Manía por los palíndromos
12 Aibofobia: temor patológico a los palíndromos
13 Autor anónimo. En el caso de una coicidencia de los nombres no sería tan inocente; sin embargo, la probabilidad de tamaña coincidencia es casi nula.
14 Autor: José Antonio Millán
15 Autor anónimo
16 Autor: Willy de Winter
17 Autor: Víctor Carbajo
18 Autor anónimo
19 Autor: Willy de Winter
20 Autor: Willy de Winter
21 Autor anónimo
22 A esta altura supongo que habrá lectores ansiosos que esperan que sugiera posturas sexuales acordes con el tema; pero ese es tema para otro tipo de revistas. Además, aparte del 69 (que no es muy palindrómico que digamos, más bien es invertible) no se me ocurre ninguna.
23 Autor: Ramón Ciné
24 Autor: Fernando Sáenz
25 Autor: KH333
26 Autor: Willy de Winter

lunes, 26 de marzo de 2007

Leo Masliah - Corriente alterna




No sé por qué te fuiste ni por qué después
al poco tiempo te dio por volver
no sé por qué no sé por qué
tomaste aquella triste decisión
de abandonarme y cuál fue la razón
de tu regreso y qué pasó

que al otro día te volviste a ir
no me diste ni tiempo de decirte
preguntarte si esa vez
regresarías como la anterior
ni si te ibas en busca de amor
y si fue así supongo que

no lo encontraste y fue por eso que
volviste pero cuando te apreté y
te pregunté qué plan tenés
me contestaste muy así nomás
con evasivas y casi te vas
pero esa vez no te dejé

porque de un brazo fuerte te agarré
pero fue inútil cuando me acosté
sentí la puerta y eras vos
que te pirabas sin decir adiós
capaz que fue mejor para los dos
pero muy malo para mí

por eso me alegré cuando te vi
que regresabas pero no entendí
por qué enseguida me decís
que tu intención sigue siendo partir
y sin demora pasas a cumplir
tu anuncio y me dejas ahí

sin esperanza con respecto a ti
pero con la sorpresa de que así
como te vi partir también
te vi volver y te escuché muy bien
decir que nunca me ibas a dejar
para después saber faltar

a tu palabra porque sin piedad
te fuiste a algún rincón de la ciudad
que al parecer no te gustó
porque si no no entiendo qué te dio
por dar la vuelta y pedirme perdón
pero enseguida, maldición,

me abandonaste y desde aquella vez
te fuiste y regresaste más de diez
o veinte veces es que ya
perdí la cuenta y la velocidad
de tu continuo ir y venir se va
volviendo cada vez mayor

ni bien te fuiste por el ascensor
la puerta se abre y estás otra vez
ahí no sé si es que volvés
ya es imposible adivinar qué hacés
si te estas yendo o a la misma vez
estás viniendo ya no estás

acá ni allá como venís te vas
tu cara ya no se distingue más
apenas en el corredor
se ve una larga franja del color
de tu vestido sos como un ciclón
un huracán sin dirección

un haz de luz cada vez más veloz
ya nadie puede verte ya no sos
más que una tenue sensación
una sutil, fugaz coloración
en las baldosas de ese corredor
y la portera ya subió

trayendo el balde con el secador
le digo doña deje por favor
y me contesta no señor
el corredor lo tengo que limpiar
y yo le explico que te va a borrar
si pasa el trapo por ahí

pero ella cree que me enloquecí
no sabe nada de lo que yo vi
y un golpe de agua con jabón
te lleva entera junto a la ilusión
de averiguar un día en qué vagón
viaja el secreto de tu corazón.